
También me encontré con esta historia, que al final creo que resume el cómo se debería enfrentar una situación similar al caso de la hormiga y la cigarra.
Acá redacto el cuento que encontré también en internet:
Los fuertes vientos del invierno trajeron una lluvia destemplada. Las hormigas cerraron la entrada de su madriguera, organizaron y contabilizaron sus víveres, y con gran alegría se dieron cuenta de que tenían suficiente comida para todo un año. Eran altamente productivas.
Luego de la cena, y con un par de horas sin tareas por delante, las hormigas se miraron a las caras y pensaron: “¿Y ahora qué hacemos?”

Esa noche, después de la cena, volvieron a mirarse a las caras: “¿Qué nuevas tareas podemos realizar?” En ese momento escucharon una voz que venía desde afuera. No llamaba a la puerta ni pedía ayuda... ¡hasta parecía que cantaba!
Una hormiga recordó a la cigarra y gritó: “¡debemos ayudarla!”. Algunas hormigas dijeron que no era justo: “la cigarra pudo trabajar durante el verano, tal como nosotras hicimos, ahora que pague las consecuencias de su holgazanería”.
Parecía que iban a olvidarse de la cigarra, pero la memoriosa hormiga intervino para decirles: “¿acaso debemos juzgarla como hormiga cuando ella es una cigarra?”
Otra hormiga intervino: “si le abrimos la puerta de nuestro hormiguero deberá ocupar el lugar de una hormiga y trabajar como todas, incluso en el verano”.
Entonces la memoriosa respondió: “en este hormiguero hay suficiente espacio para aquéllas que no sean hormigas. A nosotras nos gusta trabajar y alcanzar altos niveles de productividad y eficiencia y miren. ¡Lo hemos logrado! Tenemos comida para un año entero y un hogar que nos protege de las inclemencias de la naturaleza, ¿para qué convertir a la cigarra en hormiga? Ella no sería una hormiga ejemplar, pero en cambio nos puede dar algo que nosotras no sabemos producir”.
Dijo esto a medida que avanzaba hacia la puerta. Al abrirla todas las hormigas se quedaron sorprendidas: la cigarra le cantaba al crudo invierno y le agradecía a la naturaleza haberle permitido disfrutar de un hermoso verano.

Las hormigas quedaron embelesadas por la voz de la cigarra y por primera vez en ese invierno dejaron de angustiarse por el trabajo. Sin decir nada una de las hormigas salió del hormiguero y le dijo a la cigarra que pasara con ellas, que había mucho espacio y suficiente comida.
“Lo único que te pedimos es que nos alegres la sobremesa después de cada cena”. La cigarra pasó y desde entonces cada noche les regala un concierto distinto. Las hormigas amanecen con nuevos bríos y ánimos suficientes como para reorganizar la despensa, mejorar el hormiguero e incluso crear nuevos y deliciosos platillos para agradecerle a la naturaleza el deleite de contar, cada noche de ese crudo invierno, con la alegría de la veraniega cigarra.
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