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lunes, 13 de junio de 2011

Mi amor, se te rompió una uña.


Un domingo no tan cualquiera; que parecía enmohecido por mal entendidos nocturnos de la velada anterior; por problemas de carácter cínico sobre si un gesto era o no el adecuado para demostrar ciertos disgustos. Ciertamente todo apuntaba a una mañana; como lo debería ser de complicada; en la que dos partes de un todo habían fracturado aquellas cáscaras que usualmente los protegía.

Nada menos motivador que una mañana de esas, que parecía terminarían en una discusión quizá definitiva para esta relación; sin embargo, por aquellas cosas que no entiendo, no quise entender, ni pretendo hacerlo tampoco; todo se transformó en algo distinto (por arte de magia) cuando llegamos a nuestro lugar, en el que una vez mas, nuestra lógica en complicidad con el deseo - llegado de contrabando - de querer terminar la discusión y aprovechar una vez mas que estábamos juntos.

La sesión empezó distinta como todas; en el que el único trámite regular, fue la ubicación de nuestros cuerpos en la expansión de un mueble acondicionado para el "no descanso". Y luego de una conversación que en cuatro palabras solucionaron los problemas surgidos, empezamos con lo ideal del momento.

No hay herida mas agradable que la causada por la presión de un momento tan placentero; un instante lleno de roces y frases cortas, ya que el diálogo está demás y la comodidad es lo de menos.

Hoy recordé; después de muchos domingos; que tanto un hombre como una mujer pueden ser muy buenos o muy malos en el arte de amar. Recordé que no hay habilidad más grande que la ganada con la experiencia y que si bien el intimar "genitalmente" no debería ser lo más importante, muchas veces es crucial para un entendimiento mutuo.

Nunca entendí hasta hace poco, que un buen entendimiento físico pueda desarrollarse tan armónicamente; una, dos, tres y no se cuantas veces más. Sentír la presión de los dedos, manos, pies; la piel sintiendo más piel y mi vida sintiendo su vida.

Y al terminar; y es que nunca termina igual; la sensación final de hacer una broma macabra que podría resumir todo el acto: "Mi amor se te rompió una uña, y creo que está en mi espalda".

1 comentarios:

Christian Laura | 3 de septiembre de 2011, 2:44

Excelente y conciso artículo Carlitos, me ha pasado lo mismo varias veces.

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