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lunes, 12 de enero de 2015

Solo salió por un paseo.


Hoy hablé con ella; una de esas tantas sorpresas que te entrega la noche; Hilda era su nombre (o por lo menos es lo que pude interpretar) y su historia terminó al momento de contármela.

Una mujer la cuidaba todo el día, contratada exclusivamente por sus hijos que trabajan en importantes empresas. Uno de ellos en el extranjero como jefe técnico automotriz y la otra en la capital como gerente de marketing. Todos los días la llamaban directamente a ella por la confianza que le tenían ya que era una enfermera con estudios en geriatría y especialista en terapias de recuperación física que ha logrado condecoraciones por su alta puntuación en mérito académico.

Hilda era muy agradecida con sus hijos de quienes siempre habla maravillas. Me contó que nunca le falta algo, tiene sus medicinas y sus consultas con médicos particulares y de vez en cuanto le pagan paseos a cualquier parte del mundo; claro que solo si el médico de cabecera lo autoriza o si Rosita; su enfermera; puede acompañarla.

Sus comodidades las disfruta por que vienen de sus hijos; pero cuanto le gustaría tener la libertad de poder ensuciar la ropa sin que se moleste Rosita. Cuanto le gustaría no entrar con miedo al baño ya que a veces le gana esa necesidad y termina algo embarrada; y es ahí cuando Rosita le empieza a llamar la atención.

Hace unos días, trató de salir casi a escondidas de su casa para ver a doña Gladys, la vecina de la tienda del costado quien fuere su confidente durante más de seis décadas; ya que ambas nacieron en el barrio en fechas cercanas; sin embargo tal osadía le costó una gran llamada de atención de parte de Rosita, ya que las normas de la casa son claras: "No se sale a la calle si no estas acompañada de Rosita".

Pero esta tarde fue distinta. Hilda había estudiado la rutina de Rosita, y calculado los periodos más largos en el que esta enfermera cuarentona y solterona se desaparecía. Eran las dos de la tarde y era hora de ver la novela, por lo tanto Rosita inició la rutina de todos los días, dejar a Hilda pegada de la novela de las 2 y dejarla reposar en el salón de Tv, por lo tanto Rosita aprovechaba el momento para descansar en su habitación por una hora y avanzar con sus trabajos de especialización hasta las 6, hora en la que tienen que tomar el té.

Es en ese momento en el que Hilda aprovecha el momento y cual quinceañera rebelde abre la puerta y sale a la calle a dar un paseo.

"Es muy distinta la ciudad cuando sales a la calle y nadie te reta de nada, y solo disfrutas del paseo". La gente camina demasiado rápido y casi cuesta mantenerse en pie a la velocidad que va Hilda.

Pero el local está cerca y solo pedirá un té. Y es que a pesar que hay de todo en casa, por alguna extraña razón se disfruta mejor lo que se compra en la calle. Y eso es lo que está haciendo Hilda, a pesar que la caminata de dos cuadras la dejaron con las piernas temblando y es que hasta ese momento entendió por que siempre el chófer la lleva a todas partes y siempre hay alguien tomándola por el brazo cuando camina.

Sin embargo la travesura de hoy la motiva a seguir y no claudicar hasta terminar lo planeado, así que descansara un poco mientras termina el "tecito" que acaba de pedir y que en cualquier momento llega.

Se siente feliz y sonríe a cuanta persona cruza su mirada, no sabe como mostrar a todos la enorme felicidad que siente. Ella se ha demostrado a si misma que no es solo un bulto en la casa y que también puede hacer sus cosas sola. Esa emoción no la sentía desde que estuvo en el colegio y por primera vez la dejaron tomar un taxi sola para llegar a la casa de su mejor amiga para hacer las tareas.

Ahora disfruta de el mejor té de hace mucho tiempo; a cada segundo alza la mirada y sigue atenta lo que todas las personas hacen. Analiza sus actitudes, supone sus emociones y disfruta la compañía, así nadie le haya dirigido la palabra excepto el mesero que la atendió muy cordialmente y le ayudó a sentarse.

Ya casi ha terminado el té, sin embargo siente que sus pies aun no han reposado, pero también está preocupada porque Rosita puede darse cuenta en cualquier momento de su ausencia. Así que no podrá esperar mas, tiene que hacerlo antes que su travesura traiga consecuencias no deseadas.

Trata de ponerse en pie, pero las piernas le tiemblan y trata de apoyarse en la mesa, y esa acción hace que nuevamente tenga que sentarse. Ya se empieza a preocupar y llama al mesero para que le ayude.

El mesero la auxilia pero nota que sera difícil que salga sola así que decide acompañarla preguntándose en todo momento el motivo por el cual una persona de tan avanzada edad camina sin compañía.

Pasada la puerta Hila le dice muy amablemente al mesero que ella puede continuar sola, y con una sonrisa en los labios afirma que podrá llegar a su casa. El mesero con mucha duda decide hacerle caso y deja a Hilda caminando a paso lento.

Ella se siente plena y siente que le ha demostrado a todo el mundo que lo ha logrado. Esa felicidad se siente, es increíblemente intensa; pero muchas veces el estar embriagado de cualquier sentimiento genera disturbios en los sentidos.

Y solo un roce basto de un irresponsable chofer, para desestabilizar el cuerpo que a paso lento se movía. Y es que la fragilidad de un ser humano a tan avanzada edad lo hace vulnerable a casi todo.


Un sonido seco, y es que según ella, lo único que se llega a oír es algo parecido a un cajón pesado haciendo contacto brusco con el suelo y mucha adrenalina recorriendo el cuerpo. Solo miedo y nada más que miedo.

Ella me contó su historia, y siente que ese acto la dejará merodeando un tiempo por estos lares, hasta sentir que ya todo está mejor para sus hijos que hicieron un gran escándalo a Rosita. Hilda se despidió muy alegre por que se siente parte de todo lo que ahora aprecia de manera distinta. Se siente parte de todo y todo lo siente como nunca.

Hilda me lo contó y de las tantas historias que sentí, fue la que quise compartir, porque Hilda así lo quiso, porque está segura que en algún momento lo leerán sus hijos y se darán cuenta que todo está bien, y así ella podrá disfrutar de lo que está disfrutando sin remordimiento alguno.

Los nombres son difíciles de interpretar, pero al leer esto sabrán ustedes que Hilda (o como se llame) ya descansa y que tuvo un gran día, con el que se demostró a si misma lo que puede hacer. Eso me lo contó Ella, mujer de los cabellos color plata y sonrisa bonachona.

Y ahora que ustedes sus hijos acaban de leerlo, ella podrá irse en paz, por que ustedes se habrán dado cuenta que hizo por fin aquello que quiso hacer hace muchísimo tiempo y que no la dejaba despegar tranquilamente hasta lograrlo. A veces solo necesitamos pequeñas cosas para poder liberarnos del yugo de la vida, al darnos cuenta que esta ya está completa.

Son muchas historias, pero esto me lo contó ella y me dijo "que se los dijera".

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